martes, 13 de noviembre de 2007

Inserción




La moda, la publicidad, y los distintos medios, muestran, exhiben y ofrecen una imagen que se proyecta como una identidad que se sostiene allí y los demás la nombran por ello. Se basa en el vacìo creado por la imagen, en la potencia evocadora que la imagen trae consigo y que da posibilidad a la personalización de los objetos. Estos son entonces dados y recibidos como portadores de fuerza, seguridad, felicidad y prestigio, y es de ahí de donde proviene su fascinación
Asimismo el cuerpo se consolidó como la mayor y mejor posibilidad de venta de cualquier producto, o incluso, de cualquier idea bienestar y felicidad, en él colocamos la imagen que queremos proyectar a los demás y por la cual los demás nos juzgan.
El consumo creó un sistema general de valores donde los objetos y la apariencia, se consideran signos de diferenciación social, de aceptación, de prestigio y jerarquía. Lo que se viste, lo que se tiene, y la imagen que se muestra, están llamados a agradar, están desprendidos de su realidad propia para componerse como artificio, como réplica en una realidad alivianada y chic. Son los elementos necesarios para la obtención de lo que el imaginario social ha creado, la pareja ideal, el trabajo perfecto, y la aceptación y agrado de los pares.
Nuestra cultura ha hecho de la juventud y la belleza los signos positivos de mayor valoración.

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